Magdiel García, vida y escultura

Magdiel García, vida y escultura

CAMAGÜEY.- Cuando Magdiel García estudiaba en la escuela de arte de Camagüey, nunca pensó en la madera como el material que lo haría un escultor definitivo, o como dice en tono de broma, un ser identificable aunque no firme la pieza.

A inicios de octubre presentará en la feria de arte contemporáneo Zona Maco 2023, en México, obras de su nueva serie nombrada Circo. En diálogo con él, reconocido con la Distinción Fidelio Ponce de León, Adelante Digital comprobó que sus esculturas son una extensión de Camagüey y de sí mismo.

Magdiel resguarda en casa la obra iniciática, pero no le pertenece. La obsequió al hijo. Su primera escultura se parece a todo menos a él. Siempre pasa así en ese tránsito de las más evidentes influencias hasta el descubrimiento de lo propio.

“Mis referentes en la escuela fueron más pintores que escultores, sobre todo los cubistas españoles, Joan Miró. El primer escultor que vi era mi profesor Carlos Wambrug. Tallaba una pieza enorme de ácana. Me impresionó, pero eso no lo dimos. Tampoco había Internet”. Así intenta fijar en la academia un guía, aunque su gran maestro es un carpintero.

Magdiel comenzó en 1992 con un trozo de caoba regalado por el padre. Creció viéndolo convertir partes de árbol en trompos, boleros, artesanía.

Los García traen la ma­dera en los genes, ¿la domina plenamente?

—Todavía estoy descubriéndola. Se pueden lograr muchas cosas aunque sea difícil. Nuestras maderas son duras. Lleva mucho trabajo el proceso, desde empezar, devastar, dar volumen a terminar, pero es un material precioso, muy plástico. Decidí hacer mi obra con él. Muchas personas no hacen escultura en madera. En Europa y Estados Unidos no he visto casi.

“Todo eso de mostrar mis obras lo he logrado yo mismo. El primer viaje fue a Alemania. Alguien vio una de mis obras en una galería de Varadero donde yo comercializaba, vinieron a Camagüey y me invitaron a su galería en la ciudad de Heidelberg. Luego me presentaron en una feria. Fue súper importantísimo ver el mundo. Visité museos, conocí artistas, logré vender, me vio más gente. De ahí surgieron más exposiciones. Tengo una obra en colección permanente en la entrada de un banco, del Volksbank de Trossingen”.

Además ha estado en Francia, España y Suiza. Hablamos del mundo desde un inmueble de 1640. Fue la casa del primer escriba del cabildo español en la otrora villa de Santa María del Puerto del Príncipe. Desde hace una década es el estudio-galería de Magdiel. Queda en la calle San Juan de Dios 26B.

Allí también lo visitan grandes artistas como el cubano Esterio Segura. Para ellos reserva el ce­rramiento encima de la puerta que da a la parte del taller. Martillo en mano incrustan un clavo viejo, recolectado por el anfitrión mientras restauraba el sitio, y firman debajo.

Escuché que pronto va a México, ¿nos cuenta?

—Estoy invitado por ADN Galería a la feria de arte Zona Maco. En la pasada edición presentaron una obra mía y tuvieron éxito. Estoy loco por conocer México. Tampoco conozco Latinoamérica, pero debes esperar a que te inviten. Aquí llegan muchos clientes latinos, sobre todo mexicanos y colombianos.

“Llevaré obras de la serie Circo. Yo comienzo una serie y no sé cuándo la termino. Puedo pasarme un año entero hasta que un día al circo se le sale una mano con una sombrilla, y ahí empieza Mujer con sombrilla. En Hombre con ciclo le puse una cabeza de un perro a la última pieza, así empezó Hombre con perro. No me gusta repetir nada. Cada escultura es origi­nal y trabajar en serie me en­canta para explotar la forma”.

Sus esculturas invitan a la fiesta de los sentidos. No le basta la mirada del espectador. Necesita sus manos. ¿Por qué?

—No soy de mucho olfato, pero sí del tacto. Hago mis esculturas para que se toquen. Tengo una serie completamente interactiva. Por lo general, en un centro de arte no puedes tocar. Para mí tiene que haber mucha interacción con el público, incluso aunque no sea de manera directa. Mis obras se desarman, a veces son rompecabezas. Todas están relacionadas con la figura humana, más o menos abstractas, con toques serios, críticos y humorísticos.

“Tengo series policromadas. En Circo doy algunos planos de color, me ayuda a la expresividad; pero siempre aparece la madera como fundamento. Me gusta que se sienta”.

Recorremos con la vista la ruta de geometrías. Hallamos piezas en bronce porque de cada serie hace algo con ese material. En la zona de la galería todo no es volumétrica y tridimensional. Hay bocetos en lienzo y cartulina, y hasta una suerte de planos para el embalaje. Magdiel tiene fama además por el preciosismo de sus huacales: “La mayoría de los clientes de escultura son ex­tranjeros. Uno está pensando en que la obra se va de Cuba”.

Seguimos de curiosos. En el patio con agua y pececitos de colores preserva un tinajón de 1794, de los más antiguos de Camagüey. El fabricante acuñó con un racimo de uvas y el texto: Soy de don José Recio y doña Ángela Aróstegui.

“Cuando fui a hacer el taller muchos amigos me cuestionaron. Lo logré ahorrando. Es un privilegio tenerlo en una zona preciosa de una ciudad patri­monial, cerca de una plaza que me fascina. Los clientes se quedan locos. Pueden verme trabajar y dicen: <<en Europa yo no conozco ni al artista>>”.

De vuelta a la sala, admiramos la majestuosa representación de La familia. Se la han querido comprar, pero transportarla es difícil.

Magdiel recuerda los meses del confinamiento por la pandemia de COVID-19. A puerta cerrada hizo del estudio un refugio, aunque desde entonces no vende casi nada. “Acabo de restaurarlo. Tengo la esperanza de que vuelvan los turistas”.

¿Qué pasa aquí un día “normal”?

—Vengo temprano. Si pudiera me quedara el día entero. Según mi esposa, el estudio me gusta más que la casa. Claro, es mi pequeño territorio. Amo crear porque cuando trabajo estoy disfrutando. Eso es una tremenda suerte en la vida. Soy estricto, disciplinado e incansable. Para alcanzar o acercarse a la meta no se puede perder un minuto.

Como coleccionista, ¿qué le gusta regalarse?

—No puedo comprar esculturas porque ya los espacios están saturados con las mías. Tengo una colección de pinturas camagüeyanas, obras de Antonio Vidal (del grupo de los siete) y de otros artistas, por suerte el puntal de mi casa es alto. También me dan placer las antigüedades, las orquídeas, e incluso tengo siete variedades de plátano.

Estamos al filo del mediodía. Magdiel nos despide con la siempre cálida expresión “que se repita la visita”. Asentimos por la certeza de que incluso aunque volvamos pronto encontraremos obra reciente y una conversación grata. Anotamos el sueño pendiente: “Yo quisiera hacer obras enormes, pero uso maderas recicladas, la mayoría son vigas que no me permiten grandes volúmenes. Sé que algún día haré esculturas de cinco y de seis metros. Veo mis esculturas en esos formatos”.

Por: Yanetsy León González | Adelante

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Foto:Otilio Rivero Delgado/ Adelante/ Archivo